La mística renana se sintetiza en las tres "D":
- Desprendimiento, despojarse de todo lo que nos aleja de Dios.
- Desasimiento o santo abandono, seguir la voluntad de Dios.
- Deificación, unión del alma con Dios.
Pero se debe hacer una síntesis, al integrar la vida activa que debe ser coherente con la vida espiritual y el ser humano debe tener un corazón limpio. "Los tres elementos de perfección y riqueza de nuestra naturaleza son la pureza, la inteligencia y la voluntad." Así como Cristo pasó por su calvario, el ser humano para alcanzar su salvación debe pasar por la amargura. El ser humano debe imitar a Cristo.
La deificación se da cuando: "De esta contemplación nacerá en tu corazón una alegría íntima, profunda que te proporcionará dulcedumbres inefables". "El que se renuncia y muere así, empieza a vivir una vida celestial y sobrenatural. Con todo, aún hay quien vuelve a apartarse de Dios y no persevera en su santa unción."
Uno de los errores más frecuentes de los seres humanos, es empezar muchas cosas y no terminarlas. En lo referente a la salvación, se debe ser constante y paciente para alcanzarla. Obrar con sencilles y naturalidad.
Enrique Susón en su Coloquio espiritual de las Nueve Rocas escritos en la Cuaresma de 1352, plantea que es fundamental reconcentrarse consigo mismo y con la eterna sabiduría (Jesucristo) en la soledad luego hay que imitar a Cristo y sufrir la paciencia. En este texto ve que el proceso de la vida mística es cómo escalar una gran montaña compuesta por nueve rocas, pero por otra parte, existe un valle con una red, donde es fácil caer. Los seres humanos deben aspirar a seguir a Cristo cada vez de una manera más intensa. En la primera roca se encuentran los que cumplen los mandamientos, pero son tibios, están en un punto de confort. En la segunda roca, están las almas de los austeros y piadosos han renunciado a su propia voluntad. En la tercera roca están los hombres santos; en la cuarta los que se dominan a sí mismos por medio de penitencias; en el quinto los que se han entregado a Dios y a su voluntad sin reserva; en la sexta roca están los amigos de Dios; en la séptima, los que Dios ama; en la octava los que se han ofrecido a dios y en la novena los que han renunciado a sí mismos de una forma perfecta; los últimos son columnas de la Iglesia y no estarán en el purgatorio. Están muertos para el mundo y el mundo para ellos. Viven ignorados del mundo. Dios los escuchan si le piden algo.
El riesgo es que independientemente en que roca se encuentre siempre existe la posibilidad de caer, a una roca inferior, o incluso en el la red del valle. Por eso la lucha por la deificación es continua y cada día debe ser más extensa.
"La paz y el gozo son frutos del Espíritu Santo y nadie puede distraerlos si antes no se abandona en todo su corazón en manos de Dios. Quien desee evitar las penas y desazones interiores de cada día y llegar a la verdadera paz y alegría, debe empezar por luchar con la naturaleza y domeñarla".
Juan Taulero decía hay hombres que van adelante de Dios, otros a lado y los menos atrás. Los que van adelante son los que quieren hacer su propia voluntad sobre la de Dios, aquí van la mayoría. Los que van a lado, son los que están con Dios cuando les va bien, pero se alejan cuando hay situaciones complicadas. Mientras que los perfectos son los que van atrás de Dios, han logrado dominar su voluntad y siguen ante todo la voluntad de Dios.
Susón en su obra Las Nueve Rocas dice que los seres humanos que viven en la roca novena, es decir, los que han unido más profundamente su alma con Dios, son pilares de la Iglesia.
Esto nos permite comprender la vida de los santos en los momentos de deificación, que son inundados por el Espíritu Santo y empiezan a hacer cosas que sorprenden y que dejan huella, demos algunos ejemplos: santo Domingo de Guzmán tuvo la visión de san Pedro y san Pablo motivándolo a predicar y la encomienda del Rosario por parte de la virgen. Estos momentos son claves que influyeron en la creación y expansión de la Orden de Predicadores que tiene ya 800 años.
San Vicente Ferrer vio a santo Domingo y san Francisco de Asís, quienes los conminaron a predicar y se convirtió en el misionero de Europa. Santa Catalina de Siena recibió el trueque de corazón, los desposorios místicos y los estigmas, de ser una humilde terciaria, el destino de la Orden de Predicadores y de la misma Iglesia, quedaron bajo sus opiniones, como la reforma de costumbres o el regreso del papa a Roma.
Fray Domingo de Betanzos como eremita en Ponza, recibió el mensaje de regresar a España y de ahí entró a la Orden de Predicadores para convertirse en uno de los principales misioneros de América e incluso su modelo de evangelización influyó en Filipinas.
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