La Orden de Predicadores o frailes dominicos fue fundada por santo Domingo de Guzmán, en el sur de Francia. Aprobada por Inocencio III, en 1215 y confirmada por Honorio III, al año siguiente. Pronto se extendió por diferentes partes de Europa, generando una revolución al interior de la Iglesia Católica.
Domingo de Guzmán había sido canónigo de Osma, seguía la regla de san Agustín. Realizó viajes rumbo a Dinamarca, junto con Diego de Acebes y al pasar por la región de Languedoc, se dieron cuenta del avance del movimiento albigense, también conocido como cátaro. Domingo se percató de que la Iglesia se tenía que reformar desde dentro, retomando las enseñanzas de Cristo.
Las órdenes mendicantes, instituciones características de la Baja Edad Media
Paralelamente san Francisco de Asís había decidido seguir a Jesucristo pobre; mientras que santo Domingo optó por hacer énfasis en Cristo predicador. Ambos personajes se encontraría en Roma, donde se dieron el célebre abrazo, que todavía reúne a sus miembros en la fiesta de su correspondiente patriarca.
La primera orden en alcanzar el título de mendicante, fue la de santo Domingo en 1219, posteriormente se integrarían a este estilo de vida, los franciscanos y los agustinos. Tratando de recuperar el ideal de pobreza para alcanzar la libertad de amar a Dios sobre todas las cosas y facilitar el proceso de salvación.
Elementos constitutivos del carisma dominico
En el primer capítulo general de la orden celebrado en 1220, se delineó el carisma de la comunidad, es decir, su don, perfil y funciones específicas. Base de la identidad de la orden, que se sintetiza en la vida de santo Domingo quien: "hablaba con Dios o de Dios". Posteriormente santo Tomás de Aquino, puliría la idea con la siguiente frase: "Contemplar para compartir lo contemplado". La gran innovación de Domingo fue que conjugó la vida contemplativa y la apostólica, que anteriormente habían estado incluso opuestas.
Para cumplir el carisma dominico se requieren de ciertos elementos entre los que destacan: la oración profunda, el estudio, la liturgia y la predicación, que deben encontrar entre sus miembros un balance. El segundo maestro de la orden, Jordán de Sajonia, decía que a los frailes que les gustaba más la vida conventual, salieran a predicar y que los que deseaban estar afuera, se les motivara más tiempo a estar en su celda.
Frutos en la vida contemplativa de dominicos destacados
En el campo del estudio han sobresalido grandes teólogos como san Alberto Magno, santo Tomás de Aquino, fray Luis de Vitoria. En el campo del derecho: san Raimundo de Peñafort y san Antonino de Florencia. En la lógica san Vicente Ferrer; en ética comercial, fray Tomás de Mercado, por mencionar sólo a los más conocidos.
Mientras que en la mística, los dominicos han dejado un legado impresionante, como se muestra en la llamada mística especulativa, que se desarrolló en la región Renana y que fue representada por Eckhart, Taulero y Susón. En cuanto a la región Mediterránea, la Orden de Predicadores contó con místicos como santa Catalina de Siena, Raimundo de Capua, Juan Dominici, san Vicente Ferrer y san Álvaro de Córdoba.
Los dominicos grandes misioneros
Siguiendo el ejemplo de los apóstoles, los dominicos se extendieron por todo el mundo para dar a conocer la buena nueva, alguno de ellos sellando con su propia sangre esta actividad como san Pedro de Verona. Otros fundando conventos en Europa Oriental como san Jacinto de Cracovia y muchos más llegaron a África, Asia y América.
La evangelización del nuevo mundo, fue encabezada inicialmente por las órdenes mendicantes, por lo que los dominicos dominaron amplias regiones del continente americano, fundando nuevas provincia, fomentando la cultura, abriendo universidades, impulsando la imprenta y sobre todo defendiendo los derechos humanos de los indígenas. Destacando personalidades como fray Domingo de Betanzos, fray Juan de la Magdalena, fray Bartolomé de las Casas y san Luis Beltrán. El fruto de la santidad en América se vinculó rápidamente con la Orden de Predicadores: santa Rosa de Lima, san Martín de Porres y san Juan Macías, son muestra de ello.
Vigencia del carisma dominico
En este mundo tan vertiginoso, en el que existen muchas injusticias, sigue haciendo falta que más personas, retomen el camino de santo Domingo de Guzmán, combinando oración, estudio, amor a Dios y al prójimo. Para rescatar ideales, valores y encontrar la verdadera riqueza.
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